miércoles, 9 de marzo de 2011

AMOR Y CREACIÓN EN LA OBRA DE NAZIM HIKMET

Entre el año que se fue y el año que empieza se celebran dos fechas redondas de uno de los poetas capitales del siglo XX, Nâzim Hikmet, nacido el 15 de enero de 1902, en Salónica, y fallecido en Moscú el 3 de junio de 1963, tras haber pasado una quincena de años en las cárceles de su país, del que tuvo que huir clandestinamente lanzándose al mar Negro en una frágil embarcación. Privado de su nacionalidad por el Gobierno, que prohibió sus obras y consiguió que el nombre del máximo poeta turco desapareciera incluso de los manuales de literatura, fuera de su país, sin embargo, su persona, aureolada por su pasado de combatiente comprometido con la suerte de su pueblo, adquirió una dimensión extraordinaria, acrecentada por su participación en el movimiento por la paz y el desarme.







La relación entre sentimiento amoroso y creación, y más particularmente en el caso de la poesía, parece tan evidente que no necesita demostración. Y, aunque podrían alegarse excepciones, como la poesía de Extremo Oriente, en que la naturaleza, el paso del tiempo, las sensaciones... reemplazan como fuente de inspiración al sentimiento amoroso, abandonado en el terreno de lo indecible, en el caso de Nâzim Hikmet, la relación entre sentimiento amoroso y creación puede rastrearse en toda su obra, y alcanza su más alto grado en sus Últimos poemas, pues, si durante la década de los años cincuenta -coincidiendo con su exilio en la URSS y su participación en el movimiento por la paz- había puesto su inspiración al servicio de su ideal comunista y en contra de la carrera armamentista -algunas de sus composiciones de aquella época alcanzaron merecido eco, como La niña, inspirada en la tragedia de Hiroshima, cantada por Pete Seeger-, en los últimos años de su vida las composiciones de contenido político van cediendo paso a otras de muy depurado lenguaje, dominadas por el sentimiento amoroso, la nostalgia, la proximidad de la muerte. Si atendemos a su obra poética, sólo fueron tres las mujeres que ocuparon el corazón del poeta hasta el punto de hacerse acreedoras de sus versos: Pirayé, Münever y Vera.

Pirayé fue la compañera del poeta, su confidente, consejera y principal apoyo durante los 13 años de hierro en que Nâzim permaneció preso. Cuando Nâzim fue condenado en 1938, se vivían momentos cruciales en Europa, el ascenso de los fascismos parecía imparable y, en Turquía, el denominado "eje Roma-Berlín" suscitaba numerosas adhesiones, especialmente en el Ejército y en el Partido Republicano del Pueblo, en el poder desde la implantación de la República. En consecuencia, se produjo un retroceso de las libertades, los medios de comunicación más críticos con el régimen o de ideología socialista fueron clausurados y sus miembros enviados a prisión. En ese contexto, nadie se atrevió a protestar contra la injusticia de que era víctima Nâzim, quien, además, había sido excluido del partido comunista turco, acusado de actividades antiestalinistas y desviacionismo burgués, por lo que se encontró completamente aislado en prisión y sólo pudo contar con el apoyo externo de Pirayé.



Consecuencia de esa especial relación que se estableció entre ambos fue que Pirayé se convirtió en la depositaria privilegiada de toda la producción del poeta durante aquellos años y, además, en destinataria personal de muchísimas cartas y poemas, entre los que destacan los contenidos en los libros Poemas de las 21-22 horas escritos para Pirayé y Desde las cuatro cárceles. La primera obra es una compilación de los 32 poemitas enviados a Pirayé entre septiembre y diciembre de 1945, redactados entre las nueve y las diez de la noche, la hora que el poeta se reservaba para estar a solas con su amada.

24 de septiembre de 1945: "El más hermoso de los mares: / El que aún no hemos atravesado. / El más hermoso de los niños: / El que aún no ha crecido. / Los más hermosos de nuestros días: / Los que no hemos vivido aún. / Y la palabra más hermosa que te quiero decir: / La que aún no te he dicho".




Münever fue la llamada de la vida, la belleza y la juventud; una llamarada de pasión al atisbar la libertad; volver al mundo y reencontrarlo tal cual, como era 13 años antes; borrar de un plumazo las secuelas de las torturas y los malos tratos, los amargos recuerdos, las humillaciones sufridas; olvidar que el hombre que entró en la cárcel tenía 36 años, y el que de ella sale, casi 49, y un corazón cansado, que ya ha sufrido una angina de pecho. Münever es renacer a la vida, tener el ansiado hijo, el regreso de los sueños. Pero éstos no duraron mucho, pues Nâzim, que salió de la cárcel en 1950 tras una dramática huelga de hambre y una considerable movilización internacional en la que entre otros participaron Tristan Tzara, Yves Montand, Picasso, Aragon, Camus, Sartre, Simone de Beauvoir, Paul Robeson, se vio obligado a exiliarse de nuevo, dejando atrás a su mujer y a su hijo, huyendo nuevamente del cerco del Ejército turco, que no se resignaba a su puesta en libertad y lo había convocado a filas y destinado a un perdido lugar de donde temió no regresar con vida.




Nostalgia: "Cien años han pasado sin ver tu cara / Enlazar tu cintura / Detenerme en tus ojos / Preguntar a tu clarividencia / Acercarme al calor de tu vientre. // Hace cien años que en una ciudad / Una mujer me espera. // Estábamos en la misma rama, en la misma rama. / Caímos de la misma rama, nos separamos. / Cien años nos separan / Cien años de camino. // Hace cien años que en la penumbra / Corro detrás de ella".

El poema anterior, escrito tras nueve años de separación de Münever y de su hijo Memet, a quienes el Gobierno turco mantenía como rehenes, impidiéndolos reunirse con Nâzim Hikmet, está escrito cuando ya el poeta ha vuelto a enamorarse, otra vez de una mujer joven, Vera, casada y madre de una hija.




Esta vez, el poeta se siente ya próximo a la muerte -aunque aún no ha cumplido los 60, ha sufrido varios infartos desde aquella angina de pecho que lo puso al borde de la muerte en la cárcel de Bursa-, y el amor y la muerte codeándose lo arrastran en un torbellino en el que se suceden los viajes -a Cuba, a Tanganika, a Egipto- y escribe su poesía más depurada, de la que adelantamos algunos de sus Últimos poemas, cuyo segundo volumen publicará Ediciones del Oriente y del Mediterráneo.

El País, Babelia, 11 de enero de 2003